En el frente jordano se vivía un importante consenso, en el frente palestino las disputas ideológicas no mermaban su intensidad. En especial, tras la firma en Washington del Tratado Intermedio entre palestinos e israelíes sobre Cisjordania y la Franja de Gaza del 28 de setiembre de 1995. Este acuerdo, más conocido como Oslo B, tenía como objetivo ampliar la autonomía palestina en Judea y Samaria, para así evitar el roce entre el ejército israelí y los palestinos. Este acuerdo venía a reforzar la posición de Arafat estableciendo un poder ejecutivo y legislativo elegido en elecciones libres según los principios establecidos en los anteriores acuerdos de Oslo.
El gobierno israelí, liderado por Itzjak Rabin, había decidido ungir y hasta revivir políticamente a Arafat como el único representante del pueblo palestino mientras que este debía competir con los grupos que se oponían al cese del uso del terror y los acuerdos de paz. No bastaba con el dominio de Gaza y Jericó para asegurar el dominio de Arafat sobre todo el pueblo palestino, pensaban los dirigentes israelíes. El gobierno de Rabin debía reforzar a su socio. Arafat podía contar con un control legal sobre toda Cisjordania, y aunque estaba obligado hacerlo, no significaba esto que apresaría, perseguiría y desarticularía a los grupos terroristas islamistas. Quizás Arafat no contase con la fuerza para eliminar al fundamentalismo palestino. Otros analistas opinan que siempre prefirió mantener viva la opción militar. Por sobre todo, Arafat no deseaba ser visto como un simple emisario o lacayo de Israel.
Los gobiernos de Israel deberían transitar por un sendero problemático en el cual, a veces, era mejor mantener a un Arafat fuerte que desarticule a los fundamentalistas y, en otras situaciones, optaban debilitarle para que actúe por miedo a perder el poder. La única alternativa que no se barajaba por aquellos días (1995) era la de asumir el error al haber escogido a Yasser Arafat como socio para la paz.
Los acuerdos de Oslo B definen una serie de temas relacionados con las elecciones palestinas y la reubicación de las fuerzas del ejército de Israel a los largo de las ciudades palestinas en Judea y Samaria. Israel se comprometía a retirar a su ejército de los 6 centros poblacionales palestinos más importantes: Jenín, Nablus (Shjem), Tulkarem, Kalkilyah, Ramallah y Belén y otros tantos poblados más pequeños. Pasados 22 días se realizarían elecciones libres para elegir un parlamento y un Poder Ejecutivo. El 20 enero de 1996 se realizaron las elecciones en donde participaron el 68.5% de los pobladores palestinos de Cisjordania (Judea y Samaria) y el 85% de los palestinos de Gaza. En Jerusalén oriental, los palestinos votarían por correo. En esta ciudad votaron solo el 40% de los palestinos registrados. Yasser Arafat recibió el 88% de los votos y pasó a ser el Presidente del Ejecutivo de la Autonomía Nacional Palestina. Fue elegido un parlamento de 89 diputados, coronando a la OLP como gran vencedor. De las 89 bancas, la OLP logró 65.
El problema principal de estas elecciones fue la no participación del Hamás… es decir, el boicot de los grupos fundamentalistas. Ellos no tenían intención alguna de formar parte de un parlamento o de un gobierno que negociaría un acuerdo final con Israel. La cooperación entre los fundamentalistas Hamás o la Yihad Islámica y la autonomía palestina de la OLP se centraba en un nivel más civil que político. Estas autoridades continuarían en funciones hasta que se cumpliese el periodo de 5 años desde que se instauró la autonomía para Gaza y Jericó, o sea, hasta mayo de 1999.
Desde el punto de vista de los acuerdos en temas de seguridad se decidió dividir Judea y Samaria en tres zonas. La "Zona A" que incluía las 6 ciudades antes nombradas y la ciudad de Hebrón (sin los barrios judíos y el asentamiento de Kiriat Arva). En ésta zona, los palestinos tendrían autonomía en temas de seguridad, cultura y administración civil. El ejército israelí se retiraría para permitir la entrada de la policía palestina.
La "Zona B" enmarcaba a los poblados más dispersos pero que eran el 68% de la población palestina en Judea y Samaria. Aquí, la autoridad palestina disfrutarían de una autonomía en temas culturales y administrativos pero la seguridad quedaría en manos de Israel. La policía palestina ocuparía algunos edificios para cuidar el orden interno pero el control sobre las 20 actividades de los elementos terroristas quedaría en manos del ejército israelí.
La "Zona C" incluía la zona no poblada por palestinos, es decir, los asentamientos israelíes y las zonas de influencia estratégico-militar para Israel. Estas zonas quedarían bajo control militar israelí. Para cuidar el orden público se conformaría una policía palestina formada por 12.000 hombres. Este número fue ampliamente superado una vez implementado el acuerdo... llegando incluso a perderse toda proporción entre lo acordado y las armas que circulaban en las ciudades palestinas. Las fronteras quedaban bajo el control israelí y las relaciones exteriores palestinas debían remitirse a una cantidad de temas relacionados con su economía y en la articulación de la ayuda internacional para la autonomía. En este tema también la realidad desbordó ampliamente lo acordado.
Por último, la Autonomía Nacional Palestina se comprometía a anular en dos meses los artículos de la Carta Palestina que llamaban a la destrucción de Israel por la fuerza. Israel por su parte, se comprometía a liberar presos palestinos. La lista de presos sería determinada por una comisión conjunta palestino-israelí. Los acuerdos de Oslo B provocaron sendas manifestaciones de protesta que lindaban entre la violencia verbal de los líderes nacionalistas en Israel y otras muestras de violencia física entre ciertos manifestantes. Desde los Estados Unidos e Israel llegaban informes que aseguraban que rabinos ortodoxos habían sentenciado a Rabin por haber traicionado los intereses judíos más sagrados y, por lo tanto, debía imponérsele el castigo para el traidor: la muerte.
El acuerdo de Oslo B fue aprobado en la Knesset el 6 de octubre por una mayoría mínima de 61 diputados contra 59 de la oposición. Los únicos que apoyaron el acuerdo fueron los diputados del Partido Laborista, Meretz y los partidos árabes.
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